
The Spectator
Por Fraser Nelson
23 de setiembre de 2015
El Dalai Lama estuvo en Londres el lunes y se encontró con su viejo amigo (y colaborador de The Spectator) Jonathan Mirsky. Ya fue el tiempo cuando él podía esperar ver también al Primer Ministro británico, porque Beijing se enfureció cuando David Cameron se reunió con él hace tres años y con indignación demandó que el Primer Ministro se disculpara por ello. Cameron hizo lo que Beijing quería. Dijo en público que no tenía “planes” de reunirse con el Dalai Lama otra vez. Tal era su hambre de acuerdos con China, que ha habido una exhibición vergonzosa de la postración gigante de George Osborne en China, esta semana.
Jonathan ha conocido al Dalai Lama por 35 años, y le preguntó que tendría para decirle a David Cameron si el Nº 10 (de Downing Street, sede del gobierno británico) no lo hubiera forzado a la marginación. Su respuesta fue asombrosa. “Dinero, dinero, dinero. De eso es de lo que se trata. ¿Dónde está la moralidad?” como siempre, sus comentarios fueron breves, pero increíblemente poderosos, y hemos dirigido hacia ellos la revista de esta semana. También tiene razón: Cameron ha adoptado una política exterior de que el comercio está en primer lugar, lo que significa una vergonzosa persecución de contratos. En mi artículo para la revista, expresé que esto ha reducido nuestra política exterior a la búsqueda sórdida de dinero. Y esto no es siquiera efectivo: estudios académicos muestran que las misiones comerciales rara vez llegan a nada bueno. Vender es malo, vender por ningún dinero es peor.
Las palabras del Dalai Lama deberían perseguir a Cameron. Es vergonzoso que él haya descartado reunirse con él otra vez para calmar al Partido Comunista de China: nuestra política exterior no debería estar a la venta. La intervención del Dalai Lama es un lapsus raro. Él normalmente evita la crítica tan directa. Pero China está subiendo las apuestas en su guerra contra él, e impone penas cada vez más duras sobre cualquier líder occidental que le dé siquiera la hora del día. Los académicos han identificado un “efecto Dalai Lama” que muestra cómo China le reduce las exportaciones a los países que lo reciben. Beijing usa su comercio como una herramienta de política exterior, y parece disfrutar teniendo a gente como George Osborne bailando una giga. Esta semana, el canciller dijo incluso que Gran Bretaña tendrá plantas nucleares civiles chinas… ¿por qué? Los chinos no son conocidos por su experiencia en esta área, el porqué de que solo países como Paquistán y Rumania hayan comprado sus misiles.
El Dalai Lama enfatizó en la entrevista que él no tiene una discrepancia con el público británico. Ellos son un “pueblo moral”, dijo “más que los estadounidenses. Pero lo que me gustaría decirles al Sr. Cameron y al presidente Xi es que los chinos son un gran pueblo, lo han sido por miles de años. Pero ellos podrían aprender algo de los tibetanos, quienes saben que hay algo más en la vida que las cosas materiales.”
Una vez, Gran Bretaña tuvo una política exterior que sabía que la diplomacia es más que el dinero. Solo cuando el Dalai Lama se reúna otra vez con el Primer Ministro británico sabremos que el gobierno del Reino Unido ha redescubierto este punto fundamental.-
Ojalá podamos entender las graves consecuencias del materialismo.